Dicen que acabamos siendo aquello que vemos en los ojos de quien deseamos.
Yo soy hijo de una ciudad mágica que cada día me enseña a mirarla y a desear captar sus infinitos instantes de leyenda, de magia y de vida. Toledo es culpable de mi dulce condena a madurar observando la vida tras un objetivo. A entenderla congelándola en un click capaz de atrapar el tiempo, la belleza efímera, el segundo imposible que será inmortal al pasar del aire al papel. Esa es mi condena y mi privilegio, el de todos nosotros. Haber encontrado la pasión y la forma de vida que ahora nos une.

miércoles, 16 de diciembre de 2009


No hay comentarios:

Publicar un comentario